jueves, 3 de noviembre de 2011

Supongo que hubiera bastado con hacer caso omiso de su risa cuando todavía era posible.

Sentada en la esquina de la habitación; la de los jueves sin compañía y las noches frías de invierno, das otro trago a ese chocolate caliente preparado de forma apurada y sin amor. Ipod encendido, suena una de esas listas de reproducción que hiciste un día llorando. Cambio de canción. Suena ahora Stranger, su favorita, y hace que derrames la primera lágrima de la tarde. Corres hacia el espejo, te secas antes de que llegue la segunda y el dolor sea imparable. Empiezas a cantar, y mientras tarareas la única parte que nunca has conseguido aprenderte piensas que igual ese es el fallo. Igual es que nunca llegaste a ser perfecta para él. Y tal vez esa canción ya no describa vuestra historia, porque él ahora pensará en otras cuando la oye. Coges el mando y haces que ese terrible de sonido deje de clavársete tan adentro. Abres tu agenda, dispuesta a leer lo que deberías de estar haciendo. Vas directa al tres de noviembre, pero en tu intento algo falla, una hoja sobresale entre las primeras páginas. Ojeas y te das cuenta de cuántas frases de amor has escrito en dos meses, cuántas fotografías has sido capaz de pegar en dos páginas, vuestro número escrito por todas partes, las iniciales aparecen en los sitios más escondidos. Cierras rápido y el puto chocolate cae sobre vuestras fotos. Quizás es culpa del destino. Quizás sea hora de pasar página de una vez.


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