sábado, 2 de febrero de 2013

Volviste.

Hacía tiempo que en mis conversaciones no se oía tu nombre, que solo salías en mis sueños para convertirlos en pesadillas, que mis amigas se habían olvidado de que compartíamos apellido, que te habías vuelto un error que no estaba dispuesta a volver a cometer. Eras desencanto en mis mañanas y una silla vacía en mis noches más largas. Eras chocolate con sal, café sin azúcar, fresas negras, manzanas marrones. Resistible. Como un piropo de alguien a quien odias, una sonrisa de alguien falso, una fiesta sin música, un grito silencioso. Sin sentido. Eras distinto. Habías cambiado. Habíamos cambiado.