domingo, 5 de agosto de 2012
De esto que te atrae tanto que o te alejas, o caes. Y no quieres alejarte.
Mientras mis dedos se deslizaban entre las sábanas y tú
jugabas a buscarme las cosquillas, el mundo entero estaba de más. Regalarte mis
mañanas y recibir las tuyas a cambio fue
el trato más justo que pactamos en todo este tiempo. Levantarme cada día con tu
camiseta y el desayuno preparado; que la beta verde de tus ojos marrones coloreara
los días grises o eso de que decir “te quiero” no fuera necesario porque con el
tiempo me lo demostrarías. Llegar tarde a casa porque estar juntos merecía cualquier castigo que pudieran ponernos. Robar besos, regalar sonrisas, llorar distancias y escupir verdades; querernos mucho. Mucho más que mucho, y muchísimo más que más; como dos críos. Y es por eso que no sé como olvidarte.
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