viernes, 5 de abril de 2013

Love is a wonderful, terrible thing.

No todo ocurre como lo planeas. A veces la vida se guarda para sí sorpresas que te pillan desprevenida y en ocasiones, te cambian. Te cambian a ti, a tu manera de pensar, a tu forma de ver el mundo, de ver a la gente que está contigo... Te hace darte cuenta que no todo es como imaginabas, que la persona más cercana puede resultar ser tu peor enemigo, que ese chico que tan bien te trataba puede haber estado mintiéndote desde que le conoces... Y sin ni siquiera inmutarse. Porque son así, un día eres perfecta para ellos y al día siguiente se han olvidado hasta de dónde vives después de haberte acompañado hasta tu portal miles de noches. Un día te cogen de la mano y al día siguiente te la pisan con los tacones de esa otra con la que andan ahora. Una semana no pueden estar ni un segundo sin hablar contigo y a la siguiente te bloquean. Un mes ves las estrellas 31 veces y al siguiente apilas escaleras para intentar coger alguna por la noche porque lo echas de menos, y te caes. Pasas de mirarle a los ojos y derretirte a disfrutar de las bonitas vistas de tus zapatos cuando anda cerca. De decir "somos felices, estamos bien..." a "no te preocupes, voy tirando". Son así. Son los más valientes, pero no se atreven a decir las verdades a la cara. Son incapaces de dejar de lado su orgullo, por mucho que les importes. No piensan, no escuchan, no razonan. "Déjales, aún no han madurado" dicen,  pues ya toca.


Es mi parte favorita...


Peeta -digo, como si nada-, en la entrevista dijiste que estás enamorado de mí desde que tienes uso de razón. ¿Cuándo empezó esa razón?
-Bueno, a ver... Supongo que el primer día de clase. Teníamos cinco años y tú llevabas un vestido de cuadros rojos y el pelo..., el pelo recogido en dos trenzas, en vez de una. Mi padre te señaló cuando esperábamos para ponernos en fila.
-¿Tu padre? ¿Por qué?
-Me dijo: «¿Ves esa niñita? Quería casarme con su madre, pero ella huyó con un minero».
-¿Qué? ¡Te lo estás inventando!
-No, es completamente cierto. Y yo respondí: «¿Un minero? ¿Por qué quería un minero si te tenía a ti?». Y él respondió: «Porque cuando él canta... hasta los pájaros se detienen a escuchar».
-Eso es verdad, lo hacen. Es decir, lo hacían -digo.
Pensar en el panadero diciéndole eso a Peeta me desconcierta y, ante mi sorpresa, me emociona. Me parece que mi renuncia a cantar, la forma en que rechazo la música no se debe en realidad a que lo considere una pérdida de tiempo. Podría ser porque me recuerda demasiado a mi padre.
-Así que, ese día, en la clase de música, la maestra preguntó quién se sabía la canción del valle. Tú levantaste la mano como una bala. Ella te puso de pie sobre un taburete y te hizo cantarla para nosotros. Te juro que todos los pájaros de fuera se callaron.
-Venga ya -repuse, riéndome.
-No, de verdad. Y, justo cuando terminó la canción, lo supe: estaba perdido, igual que tu madre. Después, durante los once años siguientes, intenté reunir el valor suficiente para hablar contigo.
-Sin mucho éxito.
-Sin mucho éxito. Así que, en cierto modo, el que saliese mi nombre en la cosecha fue un golpe de buena suerte.
Durante un instante siento una alegría casi absurda y después no entiendo nada, porque se supone que estamos inventándonos estas cosas, fingiendo estar enamorados, no estándolo de verdad. Pero lo que cuenta Peeta suena a verdad: la parte sobre mi padre y los pájaros, y es cierto que canté el primer día del colegio, aunque no recuerdo la canción. Y ese vestido de cuadros rojos... Existía, lo heredó Prim y acabó tan desgastado que quedó hecho trizas después de la
muerte de mi padre. Eso también explicaría otra cosa: por qué Peeta se arriesgó a una paliza por darme el pan aquel horrible día. Entonces, si todos los detalles son ciertos..., ¿podría serlo lo demás?
-Tienes una... memoria asombrosa -comento, vacilante.
-Lo recuerdo todo sobre ti -responde él, poniéndome un mechón suelto detrás de la oreja-. Eras la única que no se daba cuenta.
-Ahora sí.
-Bueno, aquí no tengo mucha competencia.
Quiero retirarme, cerrar de nuevo las compuertas, pero sé que no puedo, es como si oyese a Haymitch susurrándome al oído: «¡Dilo, dilo!». Así que trago saliva y me arranco las palabras.
-No tienes mucha competencia en ninguna parte.
Esta vez, soy yo la que se inclina para besarlo.


jueves, 4 de abril de 2013

Voy a cambiar de vicios que la melancolía es muy perra.


¿Te acuerdas de esa sensación de timidez, ese nudo en el estómago que se formaba cada vez que te iba a ver? Cómo me mirabas al acercarte y sonreías, y yo notaba las mejillas cada vez más rojas, y el corazón aceleraba con cada paso. Los abrazos cuando hacía frío, las promesas sin sentido, los planes, los días de felicidad irremediable e incoherente y las sonrisas imborrables, incansables. Eso. Todo eso que tuvimos. Eso que yo ya no recuerdo. Dicen que el amor es darle a una persona el poder para destruirte y confiar en que no lo haga. Y lo más curioso es que a veces, aunque nos llevemos mil hostias no abrimos los ojos; y seguimos tropezando con la misma piedra, estrellándonos contra el mismo cristal, ahogándonos en la misma orilla de siempre mientras nos destruyen. Y vemos la destrucción como algo dulce y la suya en especial como algo incomparable. Y lo peor de todo es cuando todo el mundo se da cuenta de lo que pasa e intenta salvarte, y tú no lo ves y no puedes salir de ahí. Mientes, dices que se acabó, que ya nunca volverás a verle igual; todo por no preocupar a la gente, porque no te tomen por una tonta que no es capaz de pensar y ver la realidad. Pero sinceramente, no son más que eso; mentiras. “Toca abrir los ojos” te dices a ti misma, pero el corazón puede a la razón, y a él le gusta sufrir. "Si te enamoras pierdes", cuánta razón.


martes, 2 de abril de 2013

Love is a color only the blind can see.

Cuando te encuentres ante dos opciones y tengas que elegir, simplemente lanza una moneda al aire. Es un truco que siempre funciona, y no sólo porque por fuerza te saca de dudas, sino porque en ese breve momento en que la moneda está en el aire... De repente sabes qué cara quieres que salga.