domingo, 13 de marzo de 2016

Que lo bueno de la magia no es entenderla, si no disfrutarla.

Se ha vuelto tan difícil escribir aquí desde que estás. Nunca pensé que me pasaría algo así, nunca creí que encontraría a alguien que de la noche a la mañana, sin necesitar más que un par de conversaciones estúpidas, se convirtiese en parte imprescindible de mi vida. En la mejor parte de mi vida. No tengo unas grandes dotes artísticas, no sé escribir, ni dibujar y a ratos me cuesta hasta pensar. Pocas cosas hay que se me den bien en esta vida, no destaco en deportes, no canto como Adele, no tengo dedos de pianista, ni soy la más alta y ni siquiera sé peinarme a veces. Pero poco a poco me has enseñado a creer en mí, me has ayudado de una forma increíble sin apenas darte cuenta, has hecho que sea más yo y más yo siempre; y siento que nunca he llegado a darte las gracias tal como te mereces. Así que gracias, gracias por confiar en mí más de lo que yo misma lo hago, gracias por empujarme día tras día,  por hacer que recupere la ilusión en cosas que ya creía perdidas, por ser mi nueva tierra firme, mi brújula y mi pesadilla favorita. Por llenar de Sol todos los días (que en Asturias es bien complicado) y seguir de copiloto en todos los viajes. Ojalá podamos cumplir todos esos sueños de la lista, ojalá podamos bailar juntos muchas veces (aunque no sepamos muy bien cómo se hace eso) y que alguien nos grabe los pies como aquella vez. Vernos riendo es lo más normal que hay y mientras eso no cambie, estaremos aquí, mano a mano, rodeados de películas de segunda mano que ya nadie quiere tener en casa. Desde que estás, las semanas se hacen cortas y todo plan parece poca cosa comparado con todo lo que nos espera por vivir (juntos). 
Eres lo mejor que me ha pasado, así, sin tachar nada, que esta vez no hace falta.