jueves, 29 de marzo de 2012

SOMOS GRANDES, aunque a veces no lo creamos. /ab

Hemos visto pasar mucha gente, hemos superado juntas muchos malos momentos, hemos cumplido sueños, hemos olvidado chicos, hemos llorado mucho y hemos reído más de lo que muchos reirán en toda su vida.
Hemos aprendido a representar las letras de las canciones, a ligar con Pablo Pablete, a conocer a desconocidos, a huir de gente y a perseguir tíos buenos. Hemos intercambiado miradas de flipe frente a platos llenos y nos hemos dado cuenta de que se puede vivir sin comer al mediodía. Hemos dado vueltas con la canción de Danza Kuduro, hemos probado juntas por primera vez los chupitos del Puzzle, nos hemos colado en Studio, nos hemos disfrazado de Rambo. Hemos compartido más de 100 canciones, hemos engordado, adelgazado, corrido, ido a la piscina… Nos hemos levantado la falda en las escaleras en los días de verano, hemos compartido jugadas en baloncesto y helados enormes en Parque Principado tras una sesión de cine con un McFlurry. Hemos ido de compras, nos hemos llamado de noche para rajar de la gente y, como olvidarlo, nos vestimos de fiesta por primera vez. Juntas. Siempre juntas. Y quiero confesarte que sin ti a mi lado, nunca hubiera sido lo mismo. Que me enseñaste que no vale caer si luego no te levantas. Me hiciste ver que para pasarlo bien no es necesaria infinidad de gente, un chico guapo, alcohol, lugares bonitos… Que con la compañía sobra. Junto a ti supe que se puede sonreír en los peores días, que ni la distancia mata la amistad. Que nunca echaré tanto de menos a una persona. Nunca desearé tanto volver atrás en el tiempo para pedirte que no te vayas, que te quedes aquí conmigo. Que los viernes sin ir al Berrón son depresivos. Que solo hay una manera de afrontar la vida, y es con una sonrisa en la cara. Y con la mía pintada, un par de lágrimas y muchas ganas de compartir otro día contigo quiero pedirte que no te vayas nunca. Que te necesito aquí aunque no te lo recuerde todos los días. Aunque nunca seré capaz de decirte a la cara que te quiero mucho. Porque me he acostumbrado a ti, y ya no puedo perderte. 



domingo, 25 de marzo de 2012

Me guardo las noches en que nos quisimos.

Sinceramente, me alegra saber que la vida te ha tratado bien, aunque no te lo merezcas. Hoy me encontrado con tu vecina, la del segundo, la que nos saludaba todas esas tardes que me escapaba a casa de tus padres. Me ha preguntado por mí y no me he atrevido a contestarle que estaba sola y destrozada. He tenido que inventarme la historia de mi perfecta vida para salir del paso. Me habló sobre ti. Me contó que te mudaste a la casa de nuestros sueños, esa que todas las tardes contemplábamos pensando cuando llegaría el día en que pudiéramos pagarla. Que te has comprado el coche que tantas veces miramos a través del escaparate. Que te casaste en la iglesia de la esquina. Que tuviste dos hijos, y que les has puesto los nombres que durante tantas horas pensamos tú y yo. Que estudiaste en la Universidad a la que decidimos ir juntos. Que todos los domingos sigues yendo a la piscina con el bañador que te regalé, y que sigues bebiendo nuestro Latte con caramelo del Starbucks. No pude contener las lágrimas. Pensé en llamarte, pero tras dos horas sentada delante del teléfono, decidí que lo mejor sería no molestarte. Solo quería saber por qué entre todas esas cosas, decidiste prescindir de mí.

jueves, 22 de marzo de 2012

Las penas nunca vienen solas, los malos nunca dicen: Hola chaval. ¿Qué tal? ¿Te gusta mi pistola?

Esa sensación de impotencia, de ganas de llorar, de querer escapar de ahí. ¿Sabes? Es como cuando vas guardando cosas en una cajita, una cajita terriblemente frágil. Con todo lo que hay dentro, le coges un cariño enorme e inexplicable a tu cajita. Pero un día, por cualquier tontería, la cajita cae al suelo y se rompe. Y allí estás tú, sin acabar de creértelo, y sin poder hacer nada porque todo vuelva a la normalidad. Recoges los trocitos sabiendo que siempre la echarás de menos, sabiendo que ya no podrás guardar más cosas en ella, que algún día tendrás que comprarte otra. Y sin embargo, tú no quieres ninguna otra, no quieres otra igual, ni otra parecida; tú quieres tu cajita, esa cajita. 


domingo, 4 de marzo de 2012

-¡No me digas nunca más te quiero! +¿Por qué? -Porque al final puede que me lo crea...

Encerrada en el bar de siempre, con unas manos rodeándome que ya no son las tuyas, nombres diferentes, otras caras, otros besos y una forma distinta de ver la vida. Intentando engañarme jurándome que ya no pienso en ti. Intentando aparentar que no te echo de menos, que nada de esto duele. Pero los domingos vienes a comerme a la cabeza. A recordarme cuantas lágrimas vieron mis ojos por tu culpa, las tonterías seguidas que eras capaz de decir cuando estabas borracho. Dijiste que no era una más, y aunque con más alcohol de la cuenta todo lo que se dice es verdad, también se olvida. Y tú no te acuerdas, y yo hago como que tampoco, porque no quiero arrastrarme, ni quiero que parezca que me sigues importando después de todo. Así que aquí estoy, con una horrible sensación de que estas serán las últimas palabras que escribiré por ti, porque te estás alejando. Y ten por seguro que no seré yo la que me marche, porque yo no quiero irme de aquí. Y ahí tienes la puerta, tú decides, vuelve a lo grande o márchate para siempre. Y si no, seguiremos fingiendo que esto está bien, que esto es lo que queríamos.