lunes, 25 de noviembre de 2013

Se busca nueva tierra firme.

Hasta a mí me resulta aburrido leerme. Soy como un tonto que tropieza una y otra vez con la misma piedra. Pero eso ya se acabó. Ya era hora supongo, dos años son mucho tiempo. De sobra para conocer bien a una persona. Y en todos estos meses no me he llevado más que decepciones, y esta última la peor con diferencia. Así que espero de corazón que todo te vaya bien, que cambies, que aprendas. "No me quieres, no te quiero. Te prometo que no te echaré de menos..." 


domingo, 17 de noviembre de 2013

Either do something worth writing, or write something worth reading.

Cuando era pequeña solía pensar que escribir las cosas en un diario era la única forma que había de acabar con los nudos de garganta, los enfados y las lágrimas. Supongo que nunca pensé que acabaría por alguna razón escribiendo aquí para desahogarme. Sin embargo, a veces resulta tranquilizador hacerlo. Sacar las preocupaciones de la cabeza para dejar sitio para las cosas buenas, o algo así. Y no es una forma de quejarse del mundo, aunque pueda parecerlo. Hay demasiada gente pasándolo muchísimo peor y soy consciente, pero está claro que todos necesitamos una vía de escape. Ahora que lo que sabía con certeza que nos unía se ha ido, he de admitir que tengo miedo de que las cosas nunca vuelvan a ser igual. No es que fueran perfectas antes, nunca llegaron a serlo; pero al menos estaban ahí, y era algo que nunca dejó de estar ahí. Era una certeza, una especie de tierra firme a la que aferrarse en los malos momentos. Si no había nada más, sabía que estaba esperando por mí; sin importar que las mareas me hubieran mantenido alejada durante mucho tiempo. Pero ahora quizás ya no quiero volver a esa tierra firme nunca más, tal vez sea hora de navegar por mar abierto durante una buena temporada y no volver a pisar ese lugar. O quizá sea hora de encontrar una nueva seguridad, aunque cueste… Aunque duela.


Y sobre todo tengo miedo de salir de esta habitación y no volver a sentir en mi vida lo que siento estando contigo.


Me cegué, y me empeñé en confiar en alguien en quien sabía de sobra que no debía confiar. Tampoco es que tuviera mil y una razones para no hacerlo, es solo que algo dentro de mí me decía que poner la mano en el fuego por él solo me haría más daño. Aunque supongo que algo parecido al amor me cubrió los ojos… Y el cerebro. Y de esa manera todo el tiempo que he pasado creyendo que darle un poquito de mí no podía ser algo malo acabó por explotarme en la cara, al igual que explotan los globos cuando los pinchas con un alfiler. Y esa es una buena metáfora, porque de alguna forma él jugaba conmigo como un niño con un globo; y también estoy segura de que le divirtió explotarme. Y digo que le divirtió porque de todas las formas de las que podía haberlo hecho, lo hizo de la más dolorosa y humillante que encontró. Algo que sabía que a mí me fastidiaría, algo que además de mentir y hacer que la gente creyera algo que no es verdad, conllevaba destruirme por completo.

You say you're not special because the world doesn't know about you, but that's an insult to me. I know about you.

Solía jugar al ajedrez con mi padre de pequeña. Él siempre me miraba y me decía "ten cuidado con el rey, él es la pieza más débil". Yo sonreía y pensaba "claro que lo es, los chicos son más débiles, nosotras podemos movernos en cualquier dirección, podemos con todo". 
Supongo que estaba equivocada. 


martes, 24 de septiembre de 2013

Olemos a alcohol y a fracaso por no saber diferenciar entre besos y vasos, entre sexo y abrazos.


Puede ser que nunca acertamos con lo que hay que decir en cada momento. No sabemos pedir perdón cuando hay que pedir perdón, ni decir “te quiero” cuando hay que decir “te quiero”; y decimos “hasta pronto” cuando debemos decir “adiós”. 


lunes, 23 de septiembre de 2013

Recuerda que hubo alguien que te quiso tal y como eras, que te acompañó a casa o a donde quisieras, que no podía dormir sin que durmieras.

El amor no es algo que dependa de la ciudad en que te encuentras. La distancia separa físicamente, pero los sentimientos siguen ahí. La distancia no es el olvido, el olvido está en cada uno de nosotros; y de nosotros depende decidir cuánto estamos dispuestos a dar, cuánto queremos poner de nuestra parte. El último “adiós” sale de nuestra boca, no viene ya escrito. Los “para siempre” y los “esto se acaba aquí” son cosa nuestra. Somos los que escribimos el final de la historia, los que ponemos el punto y aparte, los que decidimos cuánto queremos sufrir y aguantar; y de nosotros depende que funcione. El amor nunca se acaba, somos nosotros los que lo matamos.


Palabras sin sentido.


Siempre nos enseñan que soñar es una parte esencial de la vida, algo necesario, algo que te ayuda a crear ese mundo tuyo donde refugiarte cuando todo se te escapa de las manos. Allí los veranos duran años y los fines de semana, meses. Allí todo lo bueno se multiplica y lo malo, desaparece. Allí empiezas a creer en todo eso del amor y los príncipes azules. Allí te refugias a esperar tu final feliz mientras fuera, te intentan quitar las ilusiones. Y te rompen. Y juegan contigo. Y te mienten. Y te hacen perder la esperanza, que es lo último que se pierde… Y en ese momento, ¿qué te queda aparte de tus sueños?


miércoles, 17 de julio de 2013

The most painful goodbyes are the ones that are never said and never explained.

- ¿Sabes que deberíamos hacer?
- ¿Fugarnos juntos?
- ¿Qué?
- Nada.

El mejor de los pecados el haberte conocido.

Quiero volver a empezar. Darle la vuelta al reloj y encontrarme de nuevo en el día en que nos conocimos. Recuperar la ilusión que sentía cada vez que me decías que querías verme, que querías llevarme a las estrellas, que me querías. Poder cambiar todos los errores que algún día cometí y recuperar la sonrisa no fingida que me salía cada vez que hablaba contigo. Imaginar como sería tu vida, cuando no sabíamos nada el uno del otro. Cuando nuestro mayor problema juntos era si coincidiríamos esa noche o no. Cuando yo no escribía nada aquí y me preguntaban ¿por qué no pones nada? Y yo contestaba que las mejores canciones hablan del fracaso, no se compusieron en momentos de felicidad. Volver atrás y nunca responder a las preguntas, nunca descubrir nuestras verdades, nuestros secretos. Cuando aún éramos tímidos el uno con el otro y no teníamos confianza, haber seguido otro camino y que ahora no estuviéramos así. “Te hice una promesa, volver a verte así” y no he vuelto a verte como eras antes, y dudo que jamás lo haga de nuevo. Es esa parte de ti la que echo de menos, la que desapareció el mismo día que decidiste romper mi mundo en dos.


viernes, 5 de abril de 2013

Love is a wonderful, terrible thing.

No todo ocurre como lo planeas. A veces la vida se guarda para sí sorpresas que te pillan desprevenida y en ocasiones, te cambian. Te cambian a ti, a tu manera de pensar, a tu forma de ver el mundo, de ver a la gente que está contigo... Te hace darte cuenta que no todo es como imaginabas, que la persona más cercana puede resultar ser tu peor enemigo, que ese chico que tan bien te trataba puede haber estado mintiéndote desde que le conoces... Y sin ni siquiera inmutarse. Porque son así, un día eres perfecta para ellos y al día siguiente se han olvidado hasta de dónde vives después de haberte acompañado hasta tu portal miles de noches. Un día te cogen de la mano y al día siguiente te la pisan con los tacones de esa otra con la que andan ahora. Una semana no pueden estar ni un segundo sin hablar contigo y a la siguiente te bloquean. Un mes ves las estrellas 31 veces y al siguiente apilas escaleras para intentar coger alguna por la noche porque lo echas de menos, y te caes. Pasas de mirarle a los ojos y derretirte a disfrutar de las bonitas vistas de tus zapatos cuando anda cerca. De decir "somos felices, estamos bien..." a "no te preocupes, voy tirando". Son así. Son los más valientes, pero no se atreven a decir las verdades a la cara. Son incapaces de dejar de lado su orgullo, por mucho que les importes. No piensan, no escuchan, no razonan. "Déjales, aún no han madurado" dicen,  pues ya toca.


Es mi parte favorita...


Peeta -digo, como si nada-, en la entrevista dijiste que estás enamorado de mí desde que tienes uso de razón. ¿Cuándo empezó esa razón?
-Bueno, a ver... Supongo que el primer día de clase. Teníamos cinco años y tú llevabas un vestido de cuadros rojos y el pelo..., el pelo recogido en dos trenzas, en vez de una. Mi padre te señaló cuando esperábamos para ponernos en fila.
-¿Tu padre? ¿Por qué?
-Me dijo: «¿Ves esa niñita? Quería casarme con su madre, pero ella huyó con un minero».
-¿Qué? ¡Te lo estás inventando!
-No, es completamente cierto. Y yo respondí: «¿Un minero? ¿Por qué quería un minero si te tenía a ti?». Y él respondió: «Porque cuando él canta... hasta los pájaros se detienen a escuchar».
-Eso es verdad, lo hacen. Es decir, lo hacían -digo.
Pensar en el panadero diciéndole eso a Peeta me desconcierta y, ante mi sorpresa, me emociona. Me parece que mi renuncia a cantar, la forma en que rechazo la música no se debe en realidad a que lo considere una pérdida de tiempo. Podría ser porque me recuerda demasiado a mi padre.
-Así que, ese día, en la clase de música, la maestra preguntó quién se sabía la canción del valle. Tú levantaste la mano como una bala. Ella te puso de pie sobre un taburete y te hizo cantarla para nosotros. Te juro que todos los pájaros de fuera se callaron.
-Venga ya -repuse, riéndome.
-No, de verdad. Y, justo cuando terminó la canción, lo supe: estaba perdido, igual que tu madre. Después, durante los once años siguientes, intenté reunir el valor suficiente para hablar contigo.
-Sin mucho éxito.
-Sin mucho éxito. Así que, en cierto modo, el que saliese mi nombre en la cosecha fue un golpe de buena suerte.
Durante un instante siento una alegría casi absurda y después no entiendo nada, porque se supone que estamos inventándonos estas cosas, fingiendo estar enamorados, no estándolo de verdad. Pero lo que cuenta Peeta suena a verdad: la parte sobre mi padre y los pájaros, y es cierto que canté el primer día del colegio, aunque no recuerdo la canción. Y ese vestido de cuadros rojos... Existía, lo heredó Prim y acabó tan desgastado que quedó hecho trizas después de la
muerte de mi padre. Eso también explicaría otra cosa: por qué Peeta se arriesgó a una paliza por darme el pan aquel horrible día. Entonces, si todos los detalles son ciertos..., ¿podría serlo lo demás?
-Tienes una... memoria asombrosa -comento, vacilante.
-Lo recuerdo todo sobre ti -responde él, poniéndome un mechón suelto detrás de la oreja-. Eras la única que no se daba cuenta.
-Ahora sí.
-Bueno, aquí no tengo mucha competencia.
Quiero retirarme, cerrar de nuevo las compuertas, pero sé que no puedo, es como si oyese a Haymitch susurrándome al oído: «¡Dilo, dilo!». Así que trago saliva y me arranco las palabras.
-No tienes mucha competencia en ninguna parte.
Esta vez, soy yo la que se inclina para besarlo.


jueves, 4 de abril de 2013

Voy a cambiar de vicios que la melancolía es muy perra.


¿Te acuerdas de esa sensación de timidez, ese nudo en el estómago que se formaba cada vez que te iba a ver? Cómo me mirabas al acercarte y sonreías, y yo notaba las mejillas cada vez más rojas, y el corazón aceleraba con cada paso. Los abrazos cuando hacía frío, las promesas sin sentido, los planes, los días de felicidad irremediable e incoherente y las sonrisas imborrables, incansables. Eso. Todo eso que tuvimos. Eso que yo ya no recuerdo. Dicen que el amor es darle a una persona el poder para destruirte y confiar en que no lo haga. Y lo más curioso es que a veces, aunque nos llevemos mil hostias no abrimos los ojos; y seguimos tropezando con la misma piedra, estrellándonos contra el mismo cristal, ahogándonos en la misma orilla de siempre mientras nos destruyen. Y vemos la destrucción como algo dulce y la suya en especial como algo incomparable. Y lo peor de todo es cuando todo el mundo se da cuenta de lo que pasa e intenta salvarte, y tú no lo ves y no puedes salir de ahí. Mientes, dices que se acabó, que ya nunca volverás a verle igual; todo por no preocupar a la gente, porque no te tomen por una tonta que no es capaz de pensar y ver la realidad. Pero sinceramente, no son más que eso; mentiras. “Toca abrir los ojos” te dices a ti misma, pero el corazón puede a la razón, y a él le gusta sufrir. "Si te enamoras pierdes", cuánta razón.