domingo, 4 de marzo de 2012

-¡No me digas nunca más te quiero! +¿Por qué? -Porque al final puede que me lo crea...

Encerrada en el bar de siempre, con unas manos rodeándome que ya no son las tuyas, nombres diferentes, otras caras, otros besos y una forma distinta de ver la vida. Intentando engañarme jurándome que ya no pienso en ti. Intentando aparentar que no te echo de menos, que nada de esto duele. Pero los domingos vienes a comerme a la cabeza. A recordarme cuantas lágrimas vieron mis ojos por tu culpa, las tonterías seguidas que eras capaz de decir cuando estabas borracho. Dijiste que no era una más, y aunque con más alcohol de la cuenta todo lo que se dice es verdad, también se olvida. Y tú no te acuerdas, y yo hago como que tampoco, porque no quiero arrastrarme, ni quiero que parezca que me sigues importando después de todo. Así que aquí estoy, con una horrible sensación de que estas serán las últimas palabras que escribiré por ti, porque te estás alejando. Y ten por seguro que no seré yo la que me marche, porque yo no quiero irme de aquí. Y ahí tienes la puerta, tú decides, vuelve a lo grande o márchate para siempre. Y si no, seguiremos fingiendo que esto está bien, que esto es lo que queríamos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario