martes, 1 de mayo de 2012

He cambiado aquel punto y seguido por punto y aparte, y aún así me he perdido. Se me olvida olvidarte. Me envenena el tic tac del pasar de las horas, no te puedo olvidar yo estoy tan solo y tú tan sola. A veces me roza el viento y pienso que eres tú la que me toca, eres la pesadilla que me muerde la boca.

Cuesta admitirlo, pero llegaste a gustarme más que los helados de nata en verano. (Nunca leerás esto, pero sabes bien lo que eso significa). Siempre tuviste algo que me hacía volver a ti, algo más adictivo que la nicotina de los cigarros que fumábamos a pachas. (Quizá sea una tontería, pero echo de menos todo eso). Después llegó el verano y nos pilló sin ganas de Sol, sin ganas de separarnos el uno del otro. (Lo hicimos de todas formas). Tú para aquí, yo para allá; y nos perdimos entre otras toallas, otras ciudades, y otros nombres. Pasado el tiempo, septiembre apareció para robarnos el moreno, y nos habíamos convertido en dos completos desconocidos. Las piernas dejaron de temblar, la mirada de desear, y el corazón de sentir. No eres tú, soy yo; deberíamos darnos un tiempo, necesito pensar… El caso es que todo se rompió y desde aquel momento, nada volvería a ser lo mismo. Dejamos de vernos los domingos, empezamos a evitarnos el resto de la semana y nos fuimos alejando el uno del otro; hasta que empezó la fase del olvido. Te eché de menos como nadie, pero aguanté mis ganas de quererte para que todo resultara más fácil. Ahora ya no sé nada de ti, es triste, pasar de ser todo a no ser nada en tan poco tiempo; pero es tarde para lamentar. Ya eres otro, dejaste de lado esa sonrisa que hacía sentir calor al Sol, la cambiaste por una nueva; y yo me volví una tonta que vive con miedo a perder. Pero quiero que sepas que me sigo acordando de ti las tardes de lluvia, que sigo teniendo celos de cualquiera que intente ocupar el puesto que un día ocupé yo. Quiero que sepas que te voy a querer siempre, pase lo que pase, esté con quien esté.

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