viernes, 6 de abril de 2012

Se me ponen si me besas rojitas las orejas.

Horas sentada frente a la televisión sin ver absolutamente nada. Pensar en ti mientras leo textos en algún diario que hace tiempo debería haber quemado. Tu serie favorita como escenario de fondo siempre dispuesta a recordarme que no vas a volver por aquí. (Tal vez yo no estaba hecha para ti). Hacerme  ilusiones de nuevo con algún niñato y volver a cegarme. No darme cuenta de la realidad y estrellarme de nuevo contra la pared. Caer al suelo. Levantarme, y desear no haberlo hecho. Que en un segundo todo mi mundo se venga abajo. No saber donde esconderme para que la puta tristeza no me encuentre. ¿Sabes lo que es eso? No, la verdad es que no tienes ni puta idea. No sabes lo que es sufrir por una persona. Peor. No sabes lo que es sufrir por un imbécil que no te valora. Dudo que sepas incluso lo que es una sonrisa falsa y un “no me pasa nada” o “no me importa”  llenos de hipocresía. Que nadie te salve de volver a tropezar con su sonrisa. Que te tiemblen las rodillas cuando estás cerca suyo y no poder hacer nada porque él no quiere que estés ahí. No quiere que estés cerca. No quiere verte. No te quiere.

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